AGENTES DE CAMBIO


"Si alguno se limpia […], será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra" 2 Timoteo 2:21

Con cuatro años de seminario como experiencia, me lancé a mi primer ministerio con una amplia agenda de actividades. Como pastor nuevo, pensé que estaba allí para cambiar ese lugar. Sin embargo, Dios utilizó ese sitio para cambiarme a mí.

La junta directiva de la iglesia me respaldó, pero me mantenía implacablemente ocupado en detalles administrativos. Tuve que aprender a trabajar con líderes laicos, a ser cuidadoso en mi trabajo y a soñar con los demás.

A menudo, pensamos que Dios nos asignó la tarea de cambiar el mundo que nos rodea, cuando, en realidad, Él tiene interés en cambiarnos a nosotros. ¿Para qué? Para hacernos un «instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra» (2 Timoteo 2:21). Dios suele utilizar a las personas más insólitas en los lugares más inverosímiles para enseñarnos algunas de las lecciones más difíciles de la vida. Y cuando pensamos que lo hemos logrado, Él tiene más cosas para enseñarnos.

Hace poco, entré en una nueva etapa del ministerio. Quizá sea un «veterano experimentado», pero todavía sigo aprendiendo, creciendo y asombrándome ante la manera en que Dios continúa moldeando este instrumento para Sus nobles propósitos.

Si quieres ser un agente de cambio, no resistas al verdadero Agente de cambio. ¡El Señor desea de todo corazón lo mejor para ti (y para Él)!

Reflexión: Sólo cuando somos cambiados podemos ser agentes de cambio.

MIEDO DE CAERSE

Lectura: Salmo 46.

"El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos"Deuteronomio 33:27

¿Alguna vez soñaste que te caías de la cama o de un lugar muy alto y te despertaste del susto? Recuerdo que, cuando era niño, solía despertarme con una sensación tan aterradora como esa.

Una vez, escuché la historia de un hombre que, en cuanto se dormía, experimentaba esta sensación. Eso lo despertaba de una manera tan desagradable que temía volver a dormirse. Tenía miedo de morir, y se imaginaba que estaba cayendo en un pozo sin fondo.

Entonces, una tarde, mientras caminaba por un cementerio, vio esta frase grabada en una lápida:

ACÁ ABAJO LOS BRAZOS ETERNOS.

Esas palabras le hicieron recordar que, cuando los creyentes mueren, son llevados con cuidado por el Señor a su hogar en el cielo. Se acordó de la seguridad del salmista: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (Salmo 23:4).

El anteriormente temeroso hombre se dio cuenta de que en la vida y en la muerte —e incluso durante el sueño— los «brazos eternos» de nuestro amoroso Señor están allí para contenernos y abrazarnos. Esa noche pudo cantar lo que había aprendido en la niñez: «¡Enséñame a vivir de modo que mi temor a la tumba sea tan pequeño como el tamaño de mi cama!». Por fin, pudo dormirse sin miedo.

Reflexión: Puedes confiar en Dios tanto en la oscuridad como en la luz.

TENGO A JESÚS PARA ESTO

Lectura: Salmo 66:1-15.

"No te desampararé, ni te dejaré" Hebreos 13:5

En una reunión de evangelización, en Irlanda, el orador estaba explicando qué significa permanecer en Cristo y confiar por completo en Él en toda dificultad. Al concluir su mensaje, repitió varias veces: «Significa que, en toda situación, puedes seguir diciendo: “Tengo a Jesús para esto”».

Más tarde, la reunión quedó abierta para dar testimonios. Una joven dijo: «Hace unos minutos, me entregaron este telegrama. Dice: “Mamá está muy enferma. Toma el tren de inmediato”. Cuando vi esas palabras, supe que el mensaje de esta noche era justo para mí. Mi corazón miró al cielo y dijo: “Tengo a Jesús para esto”. Al instante, mi alma se inundó de paz y fortaleza».

Tres o cuatro semanas después, el evangelista recibió una carta de esta mujer, que decía: «Gracias otra vez por el mensaje que dio ese día. La vida se ha convertido en un salmo ininterrumpido de victoria porque me di cuenta de que, sin importar lo que suceda en la vida, tengo a Jesús para eso».

Esa creyente había hallado en Cristo a la Persona que estaría con ella «por el fuego y por el agua», y que la sacaría «a abundancia» (Salmo 66:12).

Si estás soportando una gran prueba de aflicción, recuerda que… ¡tienes a Jesús para eso!

Reflexión: Si siempre permanecemos en Cristo, descubriremos que Cristo siempre permanece con nosotros.

UNA NUEVA NORMALIDAD

Lectura: Romanos 6:1-11.

"Como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva" Romanos 6:4

Después que el médico me comunicó que tenía cáncer, traté de escuchar lo que decía, pero no pude. Me fui a casa, me tapé la cabeza con una manta y me quedé dormida sobre el sofá, como si el sueño pudiera cambiar el diagnóstico.

Cuando al fin pude armarme de valor para contarlo a mis seres queridos, mi amiga Judy Shreur dijo algo particularmente memorable. Después de expresarme su comprensión, dijo: «Esto es lo que va a pasarte. Vas a sentirte terriblemente mal durante tres días. Después, te levantarás, comprenderás lo que tienes que hacer y seguirás adelante con tu vida». Luego, agregó: «Creo que eso tiene que ver con la muerte, la sepultura y la resurrección».

En ese momento, no lo creí. Estaba segura de que la vida, como yo la entendía, había terminado. Nada volvería a ser igual. No podía pensar en volver a sentirme normal. Pero ella tenía razón. Tres días después, me desperté y me di cuenta de que no me sentía tan mal. Entonces, poco a poco, a pesar del sufrimiento físico por la quimioterapia, mi condición emocional y espiritual mejoró notablemente. «Morí» a mi antigua realidad y «resucité» a una nueva normalidad.

Gracias a Dios, Él se especializa en resurrecciones. Para aquellos que han muerto con Cristo, morir a una realidad significa resucitar a una nueva y gloriosa normalidad, para que «andemos en vida nueva» (Romanos 6:4).

Reflexión: Estar «en Cristo» es participar de Su vida, muerte y resurrección.